Por Jorge Iván Giraldo Sánchez. Economista. Dallas, Texas. Julio 9 del 2020. Fue noticia esta semana la visita de Andrés Manuel López Obrador a l a Casa Blanca, por primera vez en sus dos años de mandato, lo cual da a entender que no será un asiduo visitante a Washington a diferencia de su antecesor Enrique Pena Nieto o Felipe Calderón que empató a Salinas de Gortari al llegar diez veces en carácter oficial a los Estados Unidos.

Los mandatarios de México y Estados Unidos son antagónicos en su visión de estado, en sus conceptos económicos y políticos, diferentes en sus orígenes, en la experiencia del manejo del estado, en su color de piel y en la formación; mientras uno es pausado y analítico, el otro atropella y es impetuoso, distintos en casi todo. Nadie apostaba que estos dos personajes pudieran tener una relación fluida y muchos menos que pudieran alcanzar objetivos tan complejos como un nuevo tratado comercial.

Se pueden escribir análisis complejos para explicar la realidad actual de las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos, pero sintetizándolas, cuando los estados son gobernados por líderes o avezados políticos, las cosas se reducen a fórmulas sencillas, como la directriz inicial de López Obrador en su política exterior con Norte América “nos vamos a llevar bien”, sin dejar de anotar la correcta lectura de la realidad política mexicana por parte de los Estados Unidos; durante los últimos 3 sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Pena nieto, ningún presidente había contado con una mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados que le diera autoridad y peso político para negociar y hacer aprobar un tratado Comercial, como lo ha tiene López Obrador, justamente esto aprovecho hábilmente Donald Trump.
Existen otros elementos que han contribuido al éxito, podemos mencionar la larga tradición y experiencia de negociar acuerdo y tratados entre los dos países, no en vano vienen en estas lides desde 1894, se conocen perfectamente, cada vez mejoran sus propuestas, alcanzan nuevas metas y logran ventajas para las partes, si miramos desde el lado mexicano el tratado de hoy tiene muchas cosas destacables, pero dos en particular tiene hondas repercusiones económicas y sociales: 1- Todos los productos manufacturados tendrán componentes con denominación de origen de los tres países (Canadá, USA y México) y 2- Mejoras en las condiciones laborales y salariales para los trabajadores mexicanos, una sinfonía a los oídos de López Obrador y del Partido Demócrata.
Pero las buenas relaciones económicas y diplomáticas han ido más allá, en la crisis actual del Covid-19, los Estados Unidos permitieron a México adquirir 611ventiladores de la empresa Hamilton Medical, en un momento donde estos elementos eran parte de lo que se consideran insumos de seguridad nacional; y en la crisis del petróleo del mes de Marzo del 2020, en la cumbre de la OPEP de Viena, y tras largas negociaciones los socios acordaron, con excepción de México, reducir en mayo y junio la producción mundial de crudo, México encontraba excesivo el esfuerzo que se le reclamaba de reducir su producción en 400.000 barriles diarios, en comparación con los demás países, Estados Unidos aceptó finalmente ayudar a México a conseguir la reducción de su cuota con lo cual se logró el acuerdo mundial y frenar así la caída de precios.
Los gobernantes se juzgan por sus acciones, no por sus discursos, Donald Trump no ha sido el más afortunado por su particular estilo, pero López Obrador ha manejado esto con serenidad, evitando caer en la tentación de apartarse de “nos vamos a llevar bien”. En la política norte americana, suficientes son 25 millones de mexicanos y 30 millones de segundo y tercera generación, quienes pueden cambiar las cosas con su voto.